El discurrir de la 'Uni de otoño' –la convención anual de Podemos, esta vez con la necesidad de rearmar su discurso y expectativas ante el exigente ciclo electoral que los morados afrontan debilitados– ha acabado escenificando, sin filtros, el pulso que se ha ido trasluciendo ... entre la formación de la ministra Ione Belarra y la plataforma Sumar de la vicepresidenta Yolanda Díaz. Un pulso que ha cristalizado en las declaraciones de Pablo Iglesias y Lillith Verstrynge exigiendo «respeto» para lo que significa Podemos, advirtiendo que la eventual confluencia para las generales en torno a Díaz ha de superar primero el test de mayo y subrayando el valor de los partidos frente a las invocaciones de la vicepresidenta a superarlos. Esta última apreciación refleja el cambio –y con él, las contradicciones– operado en Podemos desde sus círculos asamblearios hasta su experiencia, hoy, como fuerza de Gobierno. Es difícil discernir dónde empiezan las desavenencias políticas y organizativas y dónde acaban las animadversiones personales en el complejo encaje entre Podemos y Sumar. Pero ese proceso se está demostrando ya más divisorio que constructivo. Con el riesgo, inasumible para la ciudadanía, de que el duelo se enquiste en el Consejo de Ministros.
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