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Cuando volví de la frontera con Ucrania, la gente me preguntaba qué tal estaba yo, si lo había pasado mal yo y cómo me había afectado a mí. Me sorprendió esta reacción compasiva indirecta por la cual el sujeto del daño era yo mismo pues ... había presenciado el daño de los otros, que es el daño primero y primario, pero que quedaba soterrado por la preocupación hacia el mío. El horror que yo podía portar no era otra cosa que el reflejo del horror verdadero, que es el que se inflige sobre los que sufren la guerra y nadie más. «Yo no podría soportarlo», me decían y se confesaban incapaces de la audacia de acercarse al peligro de la frontera. En realidad, yendo a buscar refugiados a Polonia lo único que le puede pasar a uno es que se coja una pulmonía, se pinche una rueda o se coma una rotonda. En Donohursk o en Chelm te puedes herir, como mucho, la sensibilidad.

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larioja Yo no podría soportarlo