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Contemplaba el mundo cuando llegó la noticia de la muerte de Quino. Querida Mafalda, una se queda huérfana cuando todo parece irse a pique. Te recuerdo en tu viñeta mostrando a un osito de peluche la bola del mundo: – ¿Sabes por qué es lindo ... este mundo? Y tú, sabia, le aclaras: – Porque es una maqueta. ¡El original es un desastre! Pues sí, Mafalda y ahora ¿qué hacemos? A ver quién le explica al osito que Quino se ha ido porque no aguanta más hecatombes ni más irresponsables pilotando el mundo. Yo quisiera cerrar los ojos y hacer como que no veo la sopa que nos sirven, pero luego hay que comerse la sopa. Cada día un plato lleno.
Llevamos más de un millón de muertos, contados uno tras otro, los no contabilizados habitan la oscuridad del cementerio. En España ya suman 32.000 y subiendo. Demasiado dolor, aunque en las catástrofes la desgracia no se reparte por igual y los mismos siempre se llevan la peor parte. En España creemos que nos ocurren cosas que no pasan en otros lugares pero a lo mejor no es tan distinto porque los egoísmos y las vanidades políticas son como las herencias que destruyen familias, como dice Manolito. Ahí tenemos a Trump y a sus imitadores que no descansan en su ascenso a las nieves perpetuas de la estupidez humana. Su verdadero amor no es América sino su dinero, por eso no pagaba impuestos.
Aquí, dice el escritor Muñoz Molina que la política es «tan destructiva como el virus. Aunque contra éste llegará una vacuna, pero contra el veneno español no parece que haya remedio». Creo que lleva razón, en medio de este desastre ni para salvar vidas llegan a acuerdos. Cualquier excusa es buena para fomentar el enfrentamiento. Lo ocurrido estos días en Madrid es tan descorazonador que sirve como ejemplo. La presidenta Ayuso se viene comportando como un adolescente consentido que patalea para no tomar la sopa, ella quiere parecer una víctima cuando su frivolidad es su mayor problema y el de los madrileños. Me recuerda a los independentistas que aparentan ser víctimas de otros cuando lo son de su propia intolerancia. Resulta agotador que a ojos de los irresponsables el culpable siempre sea el otro y jamás ellos. Esta es la otra pandemia. Felipe, tu compañero de viñetas, decía: ¿Y si antes de empezar lo que hay que hacer empezamos lo que tendríamos que haber hecho? Creo que alguno en España debería pararse a pensarlo.
Observo la rotundidad sectaria de las consignas y las bravatas continuas pero no detecto la fuerza galvanizadora de las ideas, la grandeza del pensamiento profundo o el respeto a la dignidad ajena. Me aburre mucho escribir de lo mismo, porque cada día lo hago con mayor pesimismo. Igual que tú, Mafalda, hoy me voy triste a la cama:
– ¡Buenas noches, mundo!, pero ¡ojo! que quedan muchos irresponsables despiertos.
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