En un libro que me han publicado recientemente puede leerse lo siguiente: «En el siglo XIX se produjeron hasta seis pandemias de cólera que afectaron a Europa. A raíz de la epidemia de 1885, el médico español Jaime Ferrán puso a punto su vacuna contra ... la enfermedad, que inicialmente fue rechazada por prestigiosos científicos (Ramón y Cajal entre ellos) y prohibida por el gobierno por peligrosa. El tiempo demostraría que el peligroso era el gobierno».

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Cuando lo escribí faltaban unos meses para la aparición de las vacunas contra el COVID-19 y estarán ustedes conmigo en que, un siglo y tercio después, la frase final del párrafo conserva intacta su validez. Con una notable diferencia: en 1885 la gente solo soportaba un gobierno, el de España, y ahora arrostramos tres: el de la presunta Unión Europea, el de España y el de La Rioja. Lo que significa un incremento exponencial del peligro gubernamental que, en el caso de la actual pandemia, ha logrado convertir su gran solución, la vacuna, en un gran problema.

La(s) vacuna(s) contra el coronavirus es uno de los mayores logros científico-médicos de la historia al haberse desarrollado en el increíble plazo de nueve meses (el anterior récord era de cinco años para la vacuna del ébola). Pero en octubre de 2020, ya en plena carrera de las grandes farmacéuticas por llegar la primera y forrarse, el doctor Gregory Poland, director del equipo investigador de vacunas de la Clínica Mayo, advirtió en el New York Times: «Casi nadie se ha dado cuenta todavía de la complejidad, el caos y la confusión que se producirán en unos pocos meses con la creación de varias vacunas». El experto alertó de los riesgos de baja protección en las primeras vacunas desarrolladas tan rápidamente –jaleadas por gobernantes tan incapaces de gestionar la lucha contra el coronavirus como impacientes por ponerse la medalla de su derrota– y criticó la aceleración de proyectos basados en ensayos clínicos no compartidos por laboratorios que, en lugar de eso, compiten en el mercado por demostrar que su vacuna es la mejor, cuando la eficacia real puede ser bastante menor de la que presume su propaganda.

Mientras tanto, nuestros tres gobiernos se dedican a aumentar el caos y la confusión augurados por el doctor Poland, con sus erráticas políticas vacunales, gestionando mal la compra y distribución de las vacunas, sobredimensionando sus efectos adversos infinitesimales, sembrando miedo e incertidumbre con sus constantes palos de ciego restrictivos de libertades y dividiendo a ciudadanos que hasta ahora solo eran del Madrid, del Barça, del Betis o del Atleti, o del PP, el PSOE, Cs o UP, en modernas, pfizeros, janssenitas o astrazenecos. Los peligrosos siguen siendo los gobiernos.

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