El seguimiento durante días de un globo chino que sobrevolaba Estados Unidos para desarrollar supuestas tareas de espionaje y su derribo por la fuerza aérea norteamericana ha sido el detonante de una nueva escalada de la tensión entre ambos países. La detección y posterior destrucción ... de otros tres artilugios voladores en EE UU ha despertado la inquietud entre millones de personas ante hechos cuya naturaleza y alcance permanecen por ahora en una cota inalcanzable para la información veraz. No se sabe, por ejemplo, si la sucesión de avistamientos en los últimos días responde a una inusitada proliferación de objetos voladores no convencionales o al celo que las instancias responsables de velar por la seguridad de Estados Unidos han puesto al cribar los cielos tras descubrir el globo chino y abatirlo. Es previsible que las características de los dispositivos electrónicos que éste portaba y su hipotético uso acaben siendo conocidas solo parcialmente.

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Lo que parece indudable es que lo ocurrido –junto a las quejas del régimen de Xi Jinping por el expeditivo derribo de su globo y su contradenuncia de que hasta diez aparatos similares de origen estadounidense habrían sobrevolado China– constituye el reflejo llamativo de un pulso por el liderazgo del mundo que se extiende al ámbito económico y financiero, a la influencia diplomática regional, al despliegue del potencial bélico y, de manera muy especial, a los servicios de inteligencia respectivos. El pulso entre Washington y Pekín podría durar todo el siglo XXI, puesto que resulta muy difícil imaginar un desenlace tan definitivo y absoluto que entronice a una potencia relegando a la otra a una posición dependiente. Se trata de un pulso que versa también sobre la permanencia del sistema de poder en que se basa cada una de ellas y sobre su continuidad doméstica. Arrastra inevitablemente al resto del mundo. Pero confronta valores y modos de vida que no permiten equidistancias ni evasivas de oportunidad.

La nueva guerra fría revela la polaridad entre una parte del planeta sometido a la autocracia de partido único y culto a la personalidad, falto de libertades y derechos, absolutamente reacio a leyes que no se redacten a su dictado, frente a democracias que pueden ser imperfectas e injustas, pero cuyos ciudadanos han tomado consciencia, a causa de la guerra de Putin para apropiarse de Ucrania, de que es necesario defender la libertad en la que viven.

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