SOLEDAD EN PARÍS

Paraskenia, como es costumbre en sus representaciones, arriesga con un texto nada sencillo, pensado para el lucimiento de sus personajes. Prado y Roberto llevan varios años trabajando juntos en el escenario, mano a mano, pues otra de las marcas de la compañía toledana es situar a dos actores en cada una de sus obras. Esa compenetración fue manifiesta sobre las tablas del Bretón, que una vez más respondió con agradecimiento y entusiasmo la llamada del teatro. Madame Nicole y Totó sólo se tienen el uno al otro y, juntos, van recorriendo un camino que comienza desde su pasado y que tiene un desconsolado final. La dificultad, tanto del texto como de ambas interpretaciones, supone un arriesgado viaje para ellos. Sin embargo, con aplomo y humildad, ambos artistas superan con creces la prueba. El cada vez más entendido público jarrero supo recompensar con un largo aplauso a los actores por su difícil interpretación. Una representación de este calibre necesita un decorado que acompañe, sobrio, elegante y que arrope a los protagonistas. También la iluminación juega un papel importante en la función, sobre todo a medida que la historia va llegando a su desenlace.