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En las últimas semanas algo se ha instalado en mi interior. Una presión que no consigo dominar. Una sensación de estómago encogido me acompaña. Una ... fiesta de emociones habitan en mí: risas, rabia, lágrimas, indignación, angustia... Y de esa celebración quiero ser la última en irse a casa. Se preguntarán a qué se debe este cuadro clínico. No se preocupen, no reviste de gravedad. Es curioso que las personas que vivimos intensamente seamos constantemente preguntados si nos encontramos bien. ¡Claro que estamos bien! ¡Estamos vivos! La vida es emoción y dejarnos fluir es no poner diques al mar. Soy una persona que explora sus emociones con tanta naturalidad como el respirar. Me dejo llevar por la emotividad de la vida desde lo más cotidiano hasta lo más refinado, en vidas ajenas o en la propia. Los niños y niñas jugando en un parque me producen felicidad. La gente demostrándose cariño me produce ternura. Las injusticias me enervan. El dolor me entristece y la cultura... ¡Ay la cultura! La cultura me hace vivir en un eterno big bang.
En las últimas semanas algo se ha instalado en mi interior. Una sensación de estómago encogido me acompaña... Y es que en las últimas semanas me he deleitado con dos obras de arte que me han traspasado hasta el centro de mi ser. '1936', la última obra de Andrés Lima quien ha puesto en pie, junto con su equipo, una obra de cuatro horas sobre uno de los capítulos más oscuros de nuestra historia. Una obra coral, y no sólo por el deleite que es tener sobre el escenario al Coro Joven de Madrid, de un nivel técnico, vestuario, actoral... que roza la perfección, por no decir que es perfecta. Tuve el privilegio de disfrutarla desde el escenario y ver a mi idolatrada Blanca Portillo a metros de distancia con ese saber estar suyo encima de las tablas. No se la pierdan si tienen oportunidad de ver a Blanca Portillo, en general, y esta obra maestra, en particular. La historia es dolorosa, pero es imprescindible conocerla para no dejar que el lobo vuelva a comerse a las ovejas. La otra causante de mi cuadro clínico es 'Adolescencia', la aclamada miniserie de Netflix, que pone el foco en el crimen cometido por un chico de 13 años. En sus cuatro capítulos, grabados en plano secuencia, explora la motivación del joven para cometer el crimen. Una obra maestra, no sólo técnicamente, que nos arranca la venda de los ojos sobre cómo se está educando nuestra juventud: redes sociales, presión de grupo, misoginia, la familia, los centros educativos ¿Podríamos haberlo hecho mejor como sociedad con Jamie? Obviamente, sí. Con él y con tantos otros.
Pasado y presente que incomodan cuando te los muestran con maestría y sin edulcorantes. La realidad duele e interpela. '1936' y 'Adolescencia', pasado y presente, nos empujan a tomar partido en dos realidades diferentes, pero imprescindibles en el panorama cultural. Déjense atrapar por la cultura porque nos hace respondernos a preguntas que no nos habíamos planteado a través de los personajes y sus historias. Nos exprime mental y emocionalmente para convertirnos en una mejor versión de nosotros mismos. La cultura nos hace libres en este mundo donde cada vez tenemos menos poder de decisión.
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