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En estos últimos días nuestros municipios se han inundado de multitud de disfraces. Peques, y no tan peques, dejan en el armario sus complejos y ... vergüenzas para dar rienda suelta a su imaginación. Si uno focaliza su atención en los detalles nimios se puede dar cuenta de que se respira una alegría diferente. Risas, brillos en las miradas adornan los disfraces escogidos por cada cual. Hay personas que aprovechan la oportunidad para reivindicar mejoras en sus barrios, colegios, sociedad, en general. Otras personas hacen uso de esta oportunidad para exhibirse de esa manera que el día a día nos impide por los mandatos sociales. Te encuentras por las calles a diferentes personajes históricos o ficticios que, de una manera u otra, dicen algo sobre quién lo lleva. Porque, aunque seamos cajones con doble candado, en las pequeñas, y también en las grandes, decisiones nos mostramos incluso cuando nos queremos disfrazar.

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