Hace unas semanas fue noticia nacional la salida –o expulsión– de la cantante Leire Martínez de la banda pop La Oreja de Van Gogh. Con ello se daba por finalizada una relación laboral de 17 años entre la cantante y el grupo musical. Las redes ... sociales se llenaron de teorías sobre las razones que habría llevado a esta situación. La ciudadanía alzó el grito en el cielo tanto por la decisión, las supuestas motivaciones y, sobre todo, las formas tan frías de hacerlo a través de un escueto comunicado firmado por la banda y en el que Leire, en base a sus declaraciones, no habría formado parte de su contenido. Muchas personas hipotetizaron sobre si la salida de la cantante sería fruto del regreso de la cantante original de la banda, Amaia Montero.
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Más allá de conspiraciones, hemos de tener en cuenta que en el pasado mes de julio, en las mismas redes sociales que ahora aplauden y defienden a Leire Martínez, se aclamó a la cantante Amaia Montero como esencia original de la banda elogiando su aparición en un concierto de la colombiana Karol G cantando un tema de banda donostiarra. La nostalgia nos trasladó a principios de los 2000 materializándose una amnesia colectiva en la que parecía no existir la cara más visible de los últimos 17 años.
Dejando a un lado las cuestiones internas de la banda, este asunto me ha hecho reflexionar profundamente. En un país con graves problemas en materia de vivienda, sanidad y educación lo que paralizó por unos días la opinión pública y llenó horas de tertulias televisivas, conversaciones de bar y de sobremesa fue la pregunta: «¿Eres team Amaia o team Leire?». Al mismo tiempo, en un país con alardes de igualdad volvemos a poner el foco en las mujeres de la historia, dejando a un lado a los componentes masculinos que son los que han tomado, supuestamente, las decisiones que han terminado con la salida de su última vocalista.
Además, defendemos el cuidado a la salud mental con publicaciones en nuestras redes sociales hasta que un tema es suficientemente jugoso como para poder exprimirlo sin importarnos las consecuencias que pueden estar teniendo para sus protagonistas. Nos importa la salud mental, pero no tanto como un buen cotilleo… En verano no nos importó la de Leire y ahora la de ninguna de las dos. Como con todo, será cuestión de prioridades, supongo.
Otro tema que se ha puesto encima de la mesa es el relativo a la relación contractual existente entre la cantante y La Oreja de Van Gogh S.L. En esto, he de reconocer, que siento orgullo de mi generación. En una sociedad cada vez más líquida donde cada vez se da menos valor al trabajo de tus asalariados, mis coetáneos tenemos claro que somos remplazables, que quienes hoy te dicen lo maravilloso que eres, mañana te despiden sin despeinarse. Que el trabajo es trabajo y lo que lo dignifica son sus condiciones laborales. Currantes sí, pero no a cualquier precio. En fin, nunca pensé que una banda de pop podría dar para plantearme tantos temas de calado.
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