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He de reconocer cierta indecisión al abordar esta columna. He procrastinado el momento de empezar porque no sabía qué quería contar. Esta ausencia de contenido no ha sido tanto por no saber qué decir si no por no tener claro qué quería contar en un ... momento personal, social y político con excesiva actualización. Es por ello por lo que me he decantado por concentrar mis esfuerzos en escribir acerca de una entrevista entre periodistas que vi hace unos días y que engloba muchos aspectos que querría compartir.
Lo de Alsina, presentado por Jordi Évole y teniendo como entrevistado a quien da nombre al programa en esta ocasión, fue un ejercicio sencillo, que no simplista, de honradez periodística. En ese estado de sinceridad que entre ellos se creó debo unirme confesando que no soy asidua a los espacios radiofónicos. No lo digo con orgullo si no con pesar ya que luego, cuando me llegan extractos de algunos programas, me apeno de mi misma por no sintonizar alguno de ellos. En cualquier caso, la promoción de Lo de Alsina despertó mi curiosidad porque este periodista tenía ganada mi animadversión sin ni siquiera haberle escuchado con la frecuencia necesaria para llegar a esa opinión negativa. Esa fue la razón para ver el programa porque si alguien o algo que no conoces despierta sentimientos, positivos o negativos, en ti... ¿No será que otras personas te han creado la opinión que ahora entiendes como propia?
Viendo el programa he de reconocer que viví una montaña de sentimientos porque aún creyéndome poseedora de un pensamiento crítico tomé consciencia de que algunos de mis posicionamientos estaban sesgados por criterios no periodísticos de algunas locutoras que, aún pareciendo objetivos, juegan a favor del poder. Bueno, del poder no, de la izquierda en el poder. En alguna ocasión, tanto en este espacio como junto con Carlos Santamaría en 'Más que palabras' en TVR, me he declarado abiertamente de izquierdas. Sin embargo, o, quizás precisamente por ello, me veo en la obligación de ser crítica con aquellas personas que se postulan como defensoras de los valores en los que creo yo. Y Alsina, sin decir de qué pie cojea, hablaba de ello. ¿Cuestionar al poder, aunque sea de tu cuerda, es convertirte en desertor de tus creencias, valores, ideas o es precisamente un ejercicio de defenderlas? Él abanderaba en la entrevista el buen periodismo, el que cuestiona haciendo las preguntas oportunas y hablando claro para que el oyente, en su caso, pueda sacar sus conclusiones a partir de los hechos. ¿No es eso a lo que se debería aspirar? Un buen ejemplo de todo lo contrario es lo que está sucediendo con el exministro de Fomento el señor Ábalos. ¿Nos les da autentico bochorno defender lo mismo y lo contrario en función de si ostentan el poder o lo están intentando ejercer sobre ti? Me crea estupor y verdadero pudor ver en lo que se ha convertido la vida, que la política, no nos engañemos, es un reflejo de lo que somos cuando nadie nos ve, aunque a ellos y a ellas las vea todo el mundo. Necesitamos más ética personal y profesional para poner orden a esto que llamamos la representación de la soberanía popular ¿Verdad, Alsina?
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