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El pleno logroñés, que este martes aprobó el presupuesto de la ciudad para el año iniciado, evidenció de nuevo la escasa sintonía con la que empasta a estas alturas de legislatura el único concejal regionalista, Rubén Antoñanzas, con el equipo de Gobierno, de mayoría socialista, ... del que forma parte y con el alcalde al que hace tres años facilitó la vara de mando. La sustancia de pactos como el que llevó al Gobierno local a Hermoso de Mendoza radica en el cimiento que aportan al desarrollo de un proyecto, en este caso de ciudad. Proyecto sobre el que, en una interpretación correcta de esta alternativa, se negocia y acuerda antes de rubricar el compromiso. El incumplimiento flagrante por una de las partes cargaría de razón moral a la otra para darlo por finiquitado, como parece que ayer quiso escenificar el concejal Antoñanzas. Le faltó, no obstante, denunciar previamente el acuerdo incumplido y, en concienzuda congruencia, abandonar el Gobierno municipal antes de pronunciarse y votar contra una propuesta de su propio equipo. Resulta inevitable obviar el tufo electoralista del voto del edil regionalista, empeñado como está en las últimas semanas en marcar distancia de quienes, mientras nadie diga lo contrario, son sus socios de legislatura y no de conveniencia.
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