No por esperada, la mala noticia del principio de saturación de las infraestructuras hospitalarias de La Rioja es menos mala. Descontar media docena de quirófanos de la sobria infraestructura del sistema riojano de salud para habilitar doce de camas más de cuidados intensivos (UCI) es ... una decisión extrema que enfatiza la gravedad de la situación epidemiológica de la región. Los discursos cargados de circunspección de la presidenta, la consejera y el director general de Salud de La Rioja del pasado miércoles sugerían ya este itinerario como un recorrido inevitable. Las exigencias de este guion fatal dejan en el aire decenas, cientos de intervenciones quirúrgicas no relacionadas con el COVID pero sí con la salud y el bienestar de los riojanos. También de esa mayoría que ha atendido las llamadas a la responsabilidad y que no ha colaborado en la transmisión del virus ni siquiera con esa «nuestra forma de relacionarnos» a la que tanto gusta referirse Concha Andreu para explicar lo inexplicable. Para todos, menos quirófanos y más camas UCI en un sistema saturado y con los mismos profesionales sanitarios en su nómina. Lo mismos, pero fatigados casi hasta la extenuación. O sin casi.
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