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Mal momento para mudarse al planeta tierra. Y no digamos para las relaciones interplanetarias, de cualquier tipo; sobre todo aquellas que se verificaban en la intimidad de la tercera fase. O para las inversiones extranjeras, que tan bien nos vendrían, llovidas del cielo. Si otras ... civilizaciones extraterrestres tenían previsto, como en los viejos tiempos, visitarnos en los próximos meses o –a medio plazo– colonizarnos finalmente, pues igual otro día ya si eso. Qué nostalgia, por ejemplo, de aquellas eras de libre circulación entre la cuarta dinastía del Imperio antiguo de Egipto y los ingenieros alienígenas metereoríticos, ¡qué pirámides nos dejó aquella gente! Pero está esto ahora como para montar aquí nada. Y no pienso solo en una civilización extraterrestre gorda, de las históricas, de las pertenecientes a las altas esferas; no hablo de un Plutón o de un Saturno, no, sino también de meros exoplanetas o de planetas enanos; planetas emprendedores, que están empezando como planetas, con presupuestos limitados; planetas que invierten en su futuro y en el de la Galaxia. Pongamos..., qué sé yo, el planeta enano Makeke, sin ir más lejos (de 5,6 miles de millones de kilómetros, claro). Yo me imagino que las autoridades de Makeke andarán ya cancelando vuelos. Por lo menos a la tierra; quiero decir que como a galaxia revuelta, ganancia de pescadores, ya se estará postulando algún otro planeta de otro sistema, que no sea solar, para convertirse en principal destino turístico o inversor y pillar así fondos estratosféricos. Por no hablar de los piratas espaciales. Con lo que éramos en la tierra, en fin. Sobre todo en España, con nuestro sistema solar tan bueno, tan apreciado por los visitantes de culturas distintas, y con aquellas gambas de Huelva, pena. Yo confío en que antes de descartar nada y de desahuciarnos como buen plan –porque quién sabe, a ver, si esta gente se defiende bien en una atmósfera como la que ahora mal respiramos nosotros, si están hechos a esta viralidad ambiental y va y le sacan partido, reconocen la bacteria y la fulminan, ojalá, o fabrican una mascarilla universal, libre y gratuita, por soñar...–, digo que confío en que se entiendan, de entrada, con Fernando Simón. A mí Simón me da mucha seguridad. Yo me pongo cada mañana en sus manos. Y acato su llamada a la contención, nivel en el que parece que seguimos, ahí comprimidos. Por lo menos en lo que de él dependa. Contenidos estamos. Además, que como en la rueda de prensa diaria no se oyen –por la razón que sea, un problema de mesa de sonido, supongo– las preguntas, pues solo se escuchan sus respuestas placebo. Me inspiran confianza sus jerseises, las cejas pobladas, sus ojos claros, su rostro largo, su pelo un punto despeinado. Su aire de sabio civil puesto al mando de la crisis. Además, que en su comparecencia matinal (ha desplazado Simón a las estrellas y tertulianos de la televisión de las mañanas, por ahí...) es el interlocutor ideal con la tripulación de cualquier objeto volador no identificado, como lo fuera en su día François Truffaut para Spielberg en aquella película que abogaba por el diálogo musical con los extraterrestres. Tú metes ahora mismo en un buscador el nombre de 'Fernando', sin apellido, y te sale lo primero 'Fernando Simón', antes que Fernando Alonso o que Fernando Pesoa. Otra ventaja: estoy seguro que Simón tiene el Nivel b de kinglon, imprescindible para moverse por esos mundos. Lo único, que se expone a ser víctima de un secuestro rápido por los cazatalentos de Makeke. Yo espero también que –aquí o allí– sea Simón capaz de convencer a los makekianos de que no nos pongan controles ni cuarentenas en nuestras excursiones espaciales a causa de esta mala racha que estamos pasando por algo que nos ha sentado mal; también es desgracia, coño, que de eso no hay civilización que se libre. Piensen en una cuarentena de tiempo ilimitado en Plutón: ¿a cuánto equivale en meses o en años humanos un mes plutoniano? Luego querremos regresar a casa y nos habremos hecho un 'interstellar', en medio de un desfase generacional insalvable. Puedo imaginarme el reporte de actividad enviado por la expedición de Makeke a nuestro planeta infectado. Qué reportaran de nosotros: seres alejados a un metro el uno del otro, fóbicos a manillas de las puertas y barras de metro o de autobús, renuentes a los besos, teletrabajadores, teleestudiantes, teletodo, deportistas a puerta cerrada, viajeros inmóviles, Pilatos compulsivos. Y nosotros creyendo que la ciencia-ficción eran los otros.
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