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El sistema de salud y el sistema educativo son buenos termómetros para conocer el progreso de un país. A pesar de los desencuentros en algunos aspectos de atención al paciente, el sistema sanitario en España dio muestras de fortaleza durante la pandemia afrontándola con eficacia. ... En cambio, la educación se resiente no solo de las consecuencias de los condicionantes durante la mencionada pandemia, que algunos aducen para explicar el retroceso en sus resultados, sino que arrastra lastres antiguos que dificultan su eficiencia esperable para un país desarrollado. Los últimos resultados del informe internacional PISA, que compara los valores alcanzados por jóvenes escolares europeos de 81 países, es un referente internacional sobre el pilotaje y eficacia de los sistemas educativos, poniendo en evidencia que la educación en España retrocede.
Es un retroceso sin precedentes desde que se inició este sondeo a principios del siglo XXI. Esta generación, aunque ha ganado dos puntos en ciencias, ha perdido el equivalente a un curso en lectura y medio curso en matemáticas, con diferencias entre comunidades autónomas. Lo más lamentable no es esto sino el silencio oficial, hasta el momento, sobre qué significa este retroceso no coyuntural sino de fondo que, indudablemente, incidirá directamente en la competitividad de las generaciones que deben tomar el relevo para sostener el progreso del país. Gobernantes, profesores y familias se miran unos a otros buscando responsables sin asumir el significado de la evidencia, ni tomar medidas que frenen la degradación en la formación de los escolares.
Algo estamos haciendo mal: los continuos cambios legislativos que impiden asentar medidas adoptadas, las discutidas ratios que dificultan la diferenciación de la respuesta educativa en una escuela necesariamente inclusiva pero desbordada a veces, la irrupción masiva de los dispositivos digitales como innovación educativa que, según resultados de investigación, utilizados en exceso incrementan los 'analfabetos lectores' cuando países avanzados educativamente como Suecia frenan su protagonismo recuperando el papel del libro de texto, el uso digital indiscriminado desde la pequeña infancia, la pobreza que afecta a un tercio de los escolares, la falta de autoridad docente, la excesiva transferencia de las familias de su responsabilidad educativa al aula, el casi inexistente modelo de lectura de libros, y un largo etcétera de posibles factores deberían ser estudiados inmediatamente para adoptar medidas efectivas, no silencios.
Es urgente dejar de esconder la cabeza bajo el ala, reconociendo la grave situación sin negligencias en la adopción de medidas colectivas para frenarla.
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