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Vuelve septiembre, tiempo de higos y de vid, a la vez que se retoma el ritmo habitual del curso de la realidad que parecía haber adoptado otro. El mundo que reencontramos continúa siendo sorprendente y preocupante.
Por una parte, muestra de forma cada vez más ... evidente la tensión entre dos bloques por su liderazgo: el occidental –Alemania, Canadá, Estados Unidos, Italia, Japón y Reino Unido– con síntomas de agotamiento, y el de los aspirantes: China, India, Rusia, Brasil y Sudáfrica, reforzados con Arabia Saudí, Argentina, Emiratos Árabes, Egipto, Irán o Etiopía que controlan buena parte de recursos energéticos y casi el 50% de la población mundial.
Por otra parte, sorprende y preocupa la cantidad de personas inútiles, sociópatas o con malos modales existentes; muchos de ellos al frente de puestos relevantes institucional, estatal o internacionalmente que no dan la talla, pero permanecen en ellos sin afrontar pruebas de aptitud que a todo ciudadano se exige para realizar actos cotidianos como conducir, acceder a estudios universitarios o ejercer una profesión. 'Por sus hechos los conoceréis', reza el refrán; y hechos hay que muestran sus maniobras de abuso de poder y presión, a pesar de la devastación que generan sus actos, en beneficio propio, lejos de la ética y del bien común. Son personas sin límites, capaces de acciones que unos sufren y todos observan, seres antisociales enmascarados que no distinguen entre el bien y el mal, ignorando los derechos y sentimientos de los demás; científicamente se denominan como sociópatas. No actúan solas, sino en connivencia con beneficiarios de sus maniobras y otros que no se atreven a enfrentarse a ellas.
El mes de agosto ha sido prolijo en ejemplos. Fuera de España y en el ámbito político, en Rusia, Argentina o Ecuador los sociópatas poderosos y su corte no han dudado en condenar, encarcelar sin juicio justo, envenenar o aniquilar a oponentes, competentes adversarios, valientes denunciantes o a quién no rinde pleitesía; el sociópata en el poder bate al otro robando, apropiándose o atentando contra el que estima adversario; pretendiendo dar una lección de poder.
Un mundo caricaturesco que no convence a nadie, genera graves perjuicios y pretende perpetuar un liderazgo tóxico. No hay que esperar sociópatas solo en bajos fondos o en el hampa, existen en puestos relevantes pretendiendo el timón de instituciones, países o del mundo en beneficio propio. El mundo civilizado debería aspirar a funcionar con otros parámetros.
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