Secciones
Servicios
Destacamos
El pasado 11 de noviembre se cumplieron 105 años del fin de la Primera Guerra Mundial en la que las grandes potencias industriales y militares del momento se enfrentaron sangrientamente. Veintiún años después, sin aprender nada de lo sucedido, el mundo occidental volvió a enzarzarse ... en la Segunda Guerra Mundial con la devastación y sangría consecuentes; España justo había salido de la fratricida guerra civil que asoló el país. Egos desaforados, posturas exageradas sin medir consecuencias, junto con la falta de freno y contención de los líderes de la época condujeron a sus países al desastre.
Las generaciones actuales han sido afortunadas: han vivido en el crecimiento y recuperación económica posguerra, el bienestar conseguido y la libertad de palabra de la democracia en Europa y España; más allá de las dictaduras, imperaron aires pacificadores y demócratas. Su responsabilidad de catalizar todo ello para impulsar el mundo del respeto y del bienestar es inmensa, pero la realidad imperante alarma. Algunos quizás no tienen bastante con lo logrado, otros añoran antiguas formas de dominio o, quizás, tuviera razón Hesse: «el hombre es un lobo para el hombre», porque la inflamación política y el conflicto crecen mundialmente y en España, azuzados por demagogos violentos e intensos personalismos en la política actual.
Europa está entre dos frentes de guerra. Ucrania combate contra el dominio de la mafia putinesca con la posible irradiación hacia otros países ahora en la OTAN como Estonia o Lituania, y el de Israel/Gaza que amenaza con extenderse a Oriente Medio con implicación de Irán o de Estados Unidos que repercutiría en las fuerzas que defienden el frente en Ucrania, mermándolas. Puede ser peor, Donald Trump trama volver a la Casablanca y China mira golosa cómo invadir Taiwan. Un polvorín, que dios nos guarde.
A pesar de la necesidad de contención, en España escala también la tensión. Esas generaciones de la posguerra ahora en el poder, en lugar de ejercer moderación y la libertad de palabra para el diálogo y entendimiento políticos, aplican la borrachera de una verborrea estentóreamente hostil y la provocación en lugar de buscar el entendimiento, hostigadas y alentadas por posicionamientos extremos que ya demostraron su alcance.
Quizás estemos abocados a lo que exclamaron los hermanos Marx subidos a una locomotora: «!Traed madera, es la guerra!», consiguiendo la velocidad máxima pero quedándose sin el tren en el que viajaban. Es lo que nos estamos jugando, principalmente, para las nuevas generaciones.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.