El Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, que cada año denuncia la violencia que se ejerce sobre las mujeres en todo el mundo y exige políticas en todos los países para su erradicación, nos recuerda la existencia de una lacra ... social que no es de ahora, porque siempre ha habido violencia doméstica y de pareja. Es una realidad delatora de que la persona más íntima, aquella en el que se deposita el amor y la confianza, resulta ser un asesino en una situación basada en la libertad de escoger pareja, pero también de dejarla si ha habido un error. No todos los asesinos de sus parejas y exparejas están desequilibrados, pero tienen en común no tolerar el dejar de dominar al otro que ha decidido romper una relación equivocada, o bien mantenerla por inescrutables motivos, desde la dependencia, el miedo, o la repulsa social del fracaso.
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Sea como sea, el daño es irreparable, para la víctima y para las personas del entorno cercano entre las que destacan unas víctimas: los menores que, en casos extremos, son también asesinados para aumentar, si cabe, el daño que quiere infringir el asesino en un arrebato enloquecido de poder destructivo.
A pesar de que la sociedad quiere erradicar esta intolerable violencia, las cifras continúan tomando otra dirección: en España ya se cuentan 53 víctimas en 2023 (casi un 6% más que en 2022) y las denuncias aumentan el 5,43%, según el Observatorio del Poder Judicial; según el INE, la edad prevalente de las víctimas se sitúa entre los 25 y los 34 años (entre 30 y 44 la de los denunciados); también hay vidas truncadas de menores: 52 huérfanos ya en 2023, 50 asesinados desde 2003. Un desierto plagado de odio y rencor que, más allá de posturas y alegatos políticos, evidencia una realidad cruenta en lo más íntimo: ellas juegan un papel al consentir llevar al límite relaciones desafortunadas, ellos conducen al límite creer que todo es posible, hasta la destrucción injustificada de vidas que eran objeto de amor y cuidado.
La radiografía es inquietante, no vale el negacionismo de algunos, ni el abanderamiento de los falsos feminismos, ni la invisibilidad. La situación es una lacra social que enmascara que existen también hombres cuidadores de la pareja y familia construida interactivamente. Resolverla va más allá de gestos feministas radicales o de arrebatos políticos. Reclama políticas efectivas y la prevalencia ética hacia el otro, basada en el respeto por la vida. Quizás lecturas como el libro de Nuccio Ordine 'La utilidad de lo inútil' facilitarían cultivar valores humanísticos frente al egoísmo déspota imperante. No todo vale.
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