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Papá, ven en tren», clamaba un anuncio de los años setenta como reclamo de viajeros. En aquella época viajar en tren era casi una aventura en la que se acumulaban retrasos y averías. Desde entonces los tiempos han cambiado, hemos pasado de aquellos convoyes azarosos ... a modernos trenes de alta velocidad que compiten directamente con el desplazamiento aéreo entre ciudades, en España.
El cambio a la alta velocidad ha supuesto grandes ventajas para los viajeros entre estaciones comprendidas en el trayecto, trazándose líneas alternativas o nuevas que, aunque no cubren todo el territorio nacional, son una opción rápida entre los núcleos conectados. Pero ha supuesto también grandes transformaciones en la estructura ferroviaria establecida desde el siglo XIX: han desaparecido importantes núcleos ferroviarios antaño imprescindibles, y estaciones transitadas (ahora en ruinas) con puestos de trabajo personalizados que hacían posible el tránsito de pasajeros y mercancías.
A la vez que disfrutamos de las líneas de alta velocidad, el transporte ferroviario ha visto palidecer a ritmo creciente la dotación y calidad del servicio que antes se prestaba entre amplios trazados a lo largo del país, convertidos en líneas de segundo orden por las que transitan trenes obsoletos de media distancia, cercanías y otros que, pomposamente, se denominan «Regional Express» (tienen muy poco de express y demasiado de regional). Reaparece en el viajero que imprescindiblemente necesita llegar a su trabajo, consulta médica u otros motivos cotidianos un 'dejà vu' de aquellas tribulaciones vividas antaño cuando se «cogía el tren»: trenes viejos, retrasos, falta de información, transbordos súbitos, conexiones perdidas, convoyes abarrotados o casi vacíos, baños inoperativos o con fugas malolientes; en suma, un desastre para el pasajero y una frustración continuada para los empleados que hacen lo que está en sus manos sin llegar a explicar ni resolver las situaciones que continuamente sobrevienen en esos trayectos necesarios para la movilidad diaria de muchos que carecen del acceso cercano al destino mediante una conexión de alta velocidad.
El transporte en tren del país, en lugar de sumar lo mejor de las dos vías: la que conecta anteriores trayectos necesarios entre poblaciones pequeñas o medianas hasta las grandes ciudades (ahora agonizante), y la de alta velocidad que conecta algunos destinos (en auge), tiene una doble velocidad: la del servicio escrupuloso, rapidez y limpieza versus la del retraso y falta de condiciones del viajero y empleado en trayectos aún necesarios para la vida económica y social del país.
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