La silla vacía
LA CUARTA ·
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LA CUARTA ·
Heredamos los sucesos traumáticos que atraviesan nuestras sociedades, aunque no seamos víctimas directas de ellosNunca he estado en Seúl, sé muy pocas cosas sobre la capital de Corea del Sur. Y sin embargo hay una estatua en esa ciudad con cuya fotografía e historia me cruzo cada cierto tiempo. Se trata de la estatua en bronce de una mujer ... muy joven, entre la niñez y la adolescencia, sentada en una silla. Junto a ella, otra silla vacía. Las manos de la muchacha descansan sobre sus muslos, pero no hay nada de relajado en su gesto: tiene los puños cerrados. Su espalda está erguida y se apoya contra el respaldo, su rostro es serio, su mirada severa se dirige al frente. Viste un 'hanbok', el traje tradicional coreano. Esta estatua está situada enfrente de la embajada de Japón y se la conoce como 'Estatua de la Paz'. Es la primera, la original, pero después se hicieron reproducciones y se instalaron en parques y ciudades de todo el país. El nombre, 'Estatua de la Paz' dice poco o nada sobre lo que realmente representa esta joven desafiante ante los dignatarios japoneses.
Decía que me he cruzado varias veces con esta estatua y la historia que representa. La joven sentada con los puños cerrados podría ser la protagonista de una de mis últimas lecturas, el cómic 'Hierba' (editorial Reservoir Books, traducción de Joo Hasun), que trata sobre las 'mujeres de consuelo', un eufemismo aberrante para la esclavitud sexual a la que fueron sometidas miles de mujeres coreanas entre 1937 y 1945. Estas mujeres fueron engañadas, secuestradas y obligadas a convertirse en esclavas, encerradas en campos de concentración, granjas y casas para ser violadas sistemáticamente por soldados japoneses durante la ocupación del país. El ejército japonés niega su responsabilidad en la creación del sistema, pero claramente fueron sus principales beneficiarios. Los burdeles eran parte del sistema concentracionario que ellos mismos controlaban. Las testigos cuentan que incluso eran sometidas a chequeos semanales por parte de médicos del ejército para asegurarse que no contagiaran enfermedades venéreas a la tropa japonesa.
Una de estas víctimas es Lee Ok-Sun, protagonista del cómic 'Hierba', creado por la también coreana Keum Suk Gendry-Kim. El libro es un recorrido por la experiencia vital de Lee Ok-Sun, desde su niñez en una familia que intenta sobrevivir en la extrema pobreza hasta su vejez, cuando es entrevistada por la autora, pasando por la experiencia de su secuestro en 1942, el internamiento en una casa de explotación sexual, el ostracismo y marginación social tras la liberación y otras tristes peripecias. A través de ese recorrido vital, representado sin dramatismo ni sordidez, la autora explora la historia de Corea en relación con el imperio japonés, así como su propia posición en cuanto a entrevistadora de Lee Ok-Sun e intérprete de su voz y sus silencios. Es aquí, en este último punto, en la interpretación que hace la autora de la historia, donde me gustaría detenerme. Es posible que, leyendo las líneas anteriores se pueda creer que este cómic es demasiado escabroso, triste y siniestro como para adentrarnos en él. No es así. 'Hierba' cuenta, indiscutiblemente, sucesos terribles pero es una obra delicada y bella que incide en la sensibilidad, la inocencia, el sentido del humor y la fortaleza de Lee Ok-Sun y las mujeres con las que comparte penurias. Esto lo consigue la autora tanto a través de la palabra —concisa y poética— como de sus magníficos dibujos.
'Hierba' tiene casi quinientas páginas de viñetas en blanco y negro de gran expresividad y belleza. Huye, en la representación visual, de la sordidez y de la violencia explícita. No es necesario representar la violencia sexual para transmitir la ruptura absoluta que provoca en la mujer que la padece. Así, el momento tal vez más traumático, la primera violación —a la que seguirían cientos durante tres años— se representa a través de una serie de viñetas en negro en las que aparece el perfil, de más anciana a más joven, de Lee Ok-Sun y un texto conciso y puntual del hecho traumático. Después de la breve explicación, aparecen tres páginas de viñetas en negro. En negro absoluto. No hace falta representar la violencia del soldado ni el cuerpo sometido de su víctima. No hace falta poner color al dolor, al miedo y la humillación. El negro, emblema del silencio y del vacío, expresa con brutal elocuencia que Lee Ok-Sun no tiene acceso a las palabras, incluso cincuenta años después.
Esta forma tan sutil de representar la violencia es fruto de una reflexión ética que atraviesa la obra. De hecho, la autora se hace la siguiente pregunta: «¿No sería que, con la excusa de hacer un cómic sobre la historia de esas mujeres, les estaba haciendo recordar lo que tanto les dolía?». Consciente de que el trabajo de memoria de las víctimas implica revivir el dolor de la experiencia traumática, Gendry-Kim mantiene una relación respetuosa durante las entrevistas —señala lo mucho que evita insistir en los aspectos más dolorosos— y, lo que es quizás más importante, traslada el cuidado y el respeto a la representación posterior.
No me suelo fijar en las biografías de las autoras, pero en el caso de Keum Suk Gendry-Kim considero importante hacerlo. Después de licenciarse en bellas artes en Seúl, terminó su formación artística en Bruselas y vivió diecisiete años en Francia. Durante ese tiempo publicó varios cómics en francés. 'Hierba', publicada originalmente en 2017, es su primera obra en coreano. Volvió a su Corea natal para investigar sobre la historia de las mujeres esclavizadas y entrevistar a Lee Ok-Sun. No es de extrañar que esté tan presente en el cómic, que ella misma se presente como personaje en la historia, porque realmente lo es. Heredamos los sucesos traumáticos que atraviesan nuestras sociedades, aunque no seamos víctimas directas de ellos. Keum Suk Gendry-Kim no tiene ninguna relación familiar o lazo comunitario con Lee Ok-Sun, lleva más de dos décadas viviendo fuera de su país, pero siente la necesidad de defender la memoria de aquellas mujeres esclavas, visibilizar su sufrimiento, usar su creatividad y su talento para amplificar sus reivindicaciones. Y hacer arte a partir de un compromiso con la verdad, la justicia y la reparación.
Al lado de la joven de bronce que podría ser la misma Lee Ok-Sun –esos puños cerrados y el gesto desafiante la definen bien— me gusta imaginar sentada en la silla vacía a Keum Suk Gendry-Kim. Tal vez no con los puños cerrados, tal vez con un cuaderno en una mano, una plumilla en la otra: su propia forma de desafiar al verdugo y la desmemoria.
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