Siempre ha sido misionera

Y fue misionero Domingo de Silos, nacido en Cañas, reconstruyó y fue abad del monasterio que lleva su nombre. Como fue misionero Domingo de la Calzada, un laico santo que evangelizó y ejerció la caridad en el Camino de Santiago, y fundó la ciudad que lleva su nombre. ¿Y qué decir de Gregorio Escribano, natural de Viguera, misionero y mártir jesuita al que mataron los calvinistas en el siglo XVI? ¿Y los beatos Alfonso Mena y Alfonso de Navarrete, naturales de Logroño, dominicos, y mártires en Japón?

Y ya, para acabar esta relación más que simpática de misioneros riojanos, no puedo por menos que recordar a los más recientes que vivieron y murieron en el siglo XIX. Jerónimo Hermosilla, natural de Santo Domingo, misionó en Vietnam, donde murió mártir por la causa del Evangelio. Y el alfareño Ezequiel Moreno, agustino recoleto, misionó en sitios tan difíciles y extensos como el Pasto (Colombia) donde enfermó de un cáncer muy doloroso en la boca, que llevó con una gran entereza hasta su muerte.

La Iglesia católica siempre ha sido misionera. Y lo sigue siendo. Jesús, el Maestro, al mandar a los suyos que fuesen por todo el mundo predicando el Evangelio, curando a los enfermos y atendiendo a los pobres, no hacía otra cosa que encomendarles la misma tarea que Dios Padre le había encomendado a Él: «Como el Padre me envió, así os envío yo».

El contenido del Evangelio no es una idea o una doctrina, sino que es Jesús, el Hijo que el Padre nos ha dado para que tengamos vida.

A día de hoy son 10.600 los españoles misioneros por el mundo. De ellos 165 son riojanos. «Ellos», como nos recuerda en este día del Domund el delegado riojano de Misiones, comparten su encuentro personal con Jesucristo. Todos sus sentidos se ven implicados, primero el oído y luego la vista, en el seno de sus familias, al vivir su fe en sus casas, en sus pueblos. Escucharon la Palabra en la celebración dominical, en la catequesis, vieron el testimonio de sus padres, de sus abuelos, y no se pudieron callar. Salieron de La Rioja, y hoy cuentan lo visto y oído en las regiones más pobres del planeta».

Son hombres y mujeres que vivieron y viven la gran aventura del seguimiento de Jesucristo y que creen como Él que quienes están a su lado en África, en América o en Asia, son sus hermanos y sus hermanas. Y hay que ayudarles en lo espiritual y en lo material.

El papa Francisco ha dicho a menudo de los misioneros que han de vivir la alegría del Evangelio porque de lo contrario «no se hace misión». Si no hay alegría –y la alegría es una virtud que hay que fortalecer– se anuncia un Evangelio que no atrae. También alude Francisco a la valentía del Evangelio que viven los misioneros. Una valentía que nace en la confianza depositada exclusivamente en Jesús.

¿Qué podemos hacer nosotros desde aquí? Apoyarles en su labor evangelizadora desarrollada entre los más pobres del mundo, ayudarles con nuestro cariño, nuestro ánimo, nuestra oración y con nuestro bolsillo. Hemos de ser generosos con tales aportaciones. El compromiso misionero involucra a todos y llega a todos. Con nuestra alegría, como la alegría misionera, mostraremos que Dios amó al mundo, que lo ama y lo seguirá amando.

No podemos olvidar que la misión es un encuentro entre personas, es el testimonio de hombres y mujeres que con su conducta y con su palabra dicen: «Yo conozco a Jesús, me gustaría que tú también lo conocieras». ¿Verdad que todos podemos hacernos este planteamiento? El Domund es, por tanto, una Jornada para apoyar la causa misionera ayudando a los misioneros.