Me tropiezo con Orwell más que con la mesita del café: no hay ni un día pandémico en el que no se miente «1984» o salga a relucir su ensayo «La política y la lengua inglesa», donde escribe acerca del uso indiscriminado de neologismos, vaguedades ... y eufemismos en el discurso político. Pero yo creo que el respetable cita tanto a Orwell porque no ha leído el ¡HOLA! lo suficiente. Y porque cada uno tiene sus referentes, que también. Servidora, que ha crecido desayunándose bodas reales y fiestas en Marbella, aprendió todo lo aprendible sobre eufemismos gracias a la revista: si hablaban de la «espléndida y serena madurez» de una señora es que la doña había conseguido borrar los estragos del tiempo a base de liftings, si la pillaban sin arreglar por la calle es que hacía gala de un estilo «desenfadado y natural», si vivía en una casa abigarrada es que estaba «repleta de recuerdos», y si había «recuperado la ilusión» es que tenía un nuevo novio que echarse al coleto. Crecí pensando que este catálogo era insuperable, pero llegó 'Sálvame' y lo eclipsó: cambió prostíbulo por «sitio de lucecitas», niños por «personitas» o gin tonic por «agua con misterio». Unos genios.

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«Con un poco de azúcar esa píldora que os dan pasará mejor», le cantaba Mary Poppins a los críos para convencerlos de que ordenaran la habitación. Y como críos (perdón, como personitas) nos han tratado siempre: desde la «desaceleración del crecimiento» de Zapatero hasta la «violencia intrafamiliar» de Abascal, pasando por «la indemnización pactada en diferido» de Cospedal. En cambio, y a causa de la Kitchen, Cospedal no parece que vaya a tener una espléndida y serena madurez. Ni Jorge Fernández Díaz. Va a hacer falta mucho azúcar.

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