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Andan los labradores que trinan, y no precisamente como los jilgueros. Algunos afirman que, a pocos días que el tiempo siga así, buena parte del cereal va a irse al garete. Los abuelos de antes contaban y no paraban acerca de lo mucho que ... llovía y nevaba, tanto que a los novios no les importaba ir a ligar con su amada aunque arrostraran más dificultades que las tropas de Hitler -incluida la División Azul- en la campaña de Rusia; lo demuestra la jota: «Aunque nevaba y llovía,/ atravesé las Bardenas,/ pero, como te iba a ver, / me pareció primavera».
Lo que no narraban era que, al menos en este valle del Ebro, frecuentemente los de mi pueblo -y los de otros- tenían ir que hasta Carrión de los Condes (Palencia) o Valderas (León) a por trigo en carretas porque las secas les joribiaban el trigo nuestro de cada día. Les he citado dos localidades cualesquiera de Tierra de Campos por ponerles dos ejemplos, que recorrían bastantes más; ocurría en aquellos entonces que las poblaciones de por aquí, a causa de los repetidos viajes, ya tenían conocidos allí y apalabraban con ellos envíos para los años de escasez. En estos días apenas unas nubecillas se dignan dar un garbeo por nuestros cielos, de manera que el señor sol campea displicente sobre las fincas de espárragos; el astro rey, denostado de vez en cuando por el folclore: «Rejodidísimo sol,/ si tú fueras jornalero,/ no saldrías tan temprano/ y te irías más ligero».
El jueves, al ir a recoger el periódico, me comentaba un veterano hortelano -emigrante a América, al Amazonas- que ahora se acuerdan algunos labradores de aquellos regadíos eventuales cavados a azadón que desde hace siglos regaban jurisdicciones enteras y que fueron destruidos con la llegada de la maquinaria agrícola en los años sesenta y setenta y la agricultura denominada intensiva. Menos mal que existe el riego a goteo y el ejemplo de lo que han conseguido en sus tierras los israelitas, que han demostrado entender de esto bastante más que Moisés, aquel señor de la varita que se las hizo pasar canutas nada menos que a doce tribus en el desierto. De haber habido elecciones, no sé si lo hubieran votado.
A propósito de las elecciones, no me extraña lo más mínimo que haya personal al que no atraiga lo más mínimo eso de ir a votar; argumentan que les han tomado el pelo tantas veces que ya no les queda el más mínimo adorno capilar, aunque los políticos continúan ofreciéndoles la idea de que prueben suerte en Turquía; encima. Por si fuera poco, son bastantes quienes opinan que el que no vota no tiene derecho después de las elecciones a quejarse de nada; pues qué bien. Me decía ayer una amiga que día llegará en que el ser humano regresará a vivir en los árboles y los monos descenderán al suelo, más o menos lo que ocurrió en el final de 'El planeta de los simios' con aquellos dos mozos -él y ella- tan monos. Por cierto, él había ejercido antes de Moisés, el de la varita mágica.
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