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Estos últimos tiempos se ha abusado tanto del concepto histórico -término común hasta en los acontecimientos deportivos- que casi puede decirse que ha perdido su valor. Estamos en una semana que muchos van a considerar histórica -y sin duda lo será cuando se la contemple ... con perspectiva suficiente-, pero ante la devaluación del calificativo quizás sea mejor considerarla como una semana para el recuerdo en principio amargo y por supuesto, desde el presente, para vivirla con preocupación.
Dos hechos relevantes y ampliamente airados desde hace meses lo garantizan: uno es la sentencia contra los acusados del intento separatista catalán. La Justicia ha actuado de forma rigurosa y los acusados han tenido y tienen todas las garantías que un sistema democrático ofrece para que los sospechosos de delinquir pudieran defenderse. Lo preocupante es cómo una parte de los 'fans' de los implicados lo están rechazando.
La previsión de incidentes -en las primeras horas se ha cumplido- es elevada y, aunque se han adoptado medidas preventivas para paliarlos, no pueden descartarse más actos de violencia y, lo que sería peor, que su gravedad pueda originar más caos y confusión de la que puedan revestir unas manifestaciones políticas. El problema de fondo subsiste e irá más allá de la sentencia. Lo que ha ocurrido en torno al 'procés' y lo que pueda venir es un reto político que deberá ser afrontado sin demora.
Esta conflictividad generada por el independentismo más irracional, ignoro si por desgracia o fortuna, coincidirá con la exhumación de los restos de Franco, una exigencia de la memoria y de la ejemplaridad democrática, que se hizo esperar muchas décadas y superar múltiples dificultades. También ante este hecho, que quedará unido para siempre al análisis que la historia haga del dictador y de la Transición, hay discrepancias. Las dos Españas volverán a enfrentarse en torno a esta decisión que las víctimas de la dictadura demandan.
Reconforma mientras tanto que la semana concluya con otro acontecimiento relevante y con una proyección futura y optimista que rebasa con creces la preocupación del tenso momento que se vive en Cataluña. Se trata de la presentación en Oviedo de la Princesa de Asturias, Leonor, heredera de la Corona y, por lo tanto, futura Reina de España. Entre tanta confusión como estamos viviendo, la confianza y la estabilidad que proporciona una Jefatura del Estado como la que representa la Monarquía resulta tranquilizador.
Que la sucesión esté garantizada y que la futura Reina se incorpore paulatinamente a la vida pública, con los primeros destellos de su capacidad y formación, es una compensación que la semana nos dejará para el recuerdo y la confianza. Mientras el país se apresta a unas nuevas elecciones generales.
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