Una semana

Mantener ese esfuerzo, e incluso redoblarlo, resultará imprescindible y a ello exhortan en cada intervención las administraciones. Nos va el futuro en ello. Conforme pasen los días desaparecerá el carácter novedoso del recluimiento forzado y la experiencia será más dura, aunque no por ello menos determinante para frenar la propagación del COVID-19. Con el agravante de que se desconoce por cuánto tiempo se prolongará la cuarentena. Es seguro que más allá de los 15 días previstos inicialmente para el estado de alarma, lo que obligará al Gobierno a recabar una autorización del Congreso. El rápido avance de una epidemia, cuyo pico todavía está por llegar, hace inevitable esa medida, que solo será efectiva con un escrupuloso respeto por parte de la población de las recomendaciones y órdenes dictadas por las autoridades para combatirla.

Aún queda lo más duro de esta dramática crisis, que pese a sus dramáticas consecuencias ya visibles casi acaba de comenzar. Una emergencia que refleja la vulnerabilidad de nuestra sociedad y que ha sido capaz de sacar a flote también su cara más solidaria. No solo a través del ímprobo esfuerzo del personal sanitario, justamente reconocido cada noche por los ciudadanos, sino del de tantos otros profesionales que ayudan a mantener las constantes vitales de la vida diaria y de los lazos de apoyo establecidos por la ciudadanía con los más necesitados. La experiencia de otros países demuestra que el confinamiento y el férreo cumplimiento de las medidas preventivas de higiene son el camino idóneo para hacer frente al coronavirus. No será fácil. Pero, con la implicación de todos, la victoria está en nuestras manos.