Un semáforo siempre en ámbar

Pero luego resultó que el semáforo en cuestión no era demasiado mandón. «Sugería», he dicho, y esa es la clave. En alguna comunidad, como el País Vasco, los umbrales eran automáticos y obligatorios. Si se pasaba de cierto umbral se aplicaba automáticamente la restricción correspondiente. Porque se trataba de que las cosas no empeoraran, sin dar margen a esperas políticas que, está demostrado, siempre han venido mal a lo largo de toda la pandemia.

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Carmen Nevot

Pero La Rioja no: el Gobierno se daba a sí mismo la posibilidad de hacer caso o no a esos indicadores. Que ya de partida eran bastante laxos, y que la justicia dulcificó en junio aún más. A la hora de la verdad, resultó que al Gobierno casi nunca le vino bien hacer caso a su propio semáforo. La ola de julio y agosto llegó y pasó, y los indicadores estuvieron durante semanas por encima del nivel 4 (el peor) sin que La Rioja pasara del 2.

Con la decisión tomada este viernes, el Gobierno se quita hasta ese incómodo recordatorio de que no estaba haciendo caso a las medidas que los expertos le habían recomendado. Ahora ya no hay medida alguna, el Gobierno no se pone ninguna obligación. Y cabe, claro, preguntarse para qué sirve un semáforo que siempre estará en ámbar.