Primero fue el papel higiénico y luego las mascarillas. La solución se la dejamos el señor Mercadona y así pudimos atender sin mayores incidencias nuestros segmentos inicial y terminal del tracto digestivo, la boca y el ano. Lo del furor por el papel fue un ... arrebato aún inescrutable, un misterio que nos dejó el virus incipiente que Cuarto Milenio tiene pendiente de resolver. Sé de gentes que consumen hoy laxante a discreción por darle salida a una vergonzante, por estúpida, inversión en Scottex. Con las mascarillas lo pasamos peor porque la cosa era más seria y la provisión, insuficiente. Tambien la familia Roig vino a poner serenidad en paquetes de a 10 por 1,50. En fin. Ahora, la obsesión es el test de antígenos. Los buscamos a la carrera antes de Nochebuena por si las moscas de un positivo que ponga en peligro a la abuela. Que no es fijo que en realidad sirva para algo o si será como el acopio de papel. El negocio lo han vuelto a hacer los laboratorios, que son más listos que Roig.
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