Los santos, 'la casta' de la Iglesia
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Un medio de comunicación de ámbito nacional nos ha informado de que la Iglesia también tiene su casta: los santos. Según él, la mayoría de los santos que se veneran en la confesión católica, o tienen mucho dinero, o tienen mucho poder.
Personalmente, y hasta ... la aparición del líder de Podemos en nuestro panorama político, la única acepción de 'casta' que yo conocía era la del sistema de estratificación social de la India, inspirado en el budismo. ¡Pues no señor! La casta es otra cosa. Es poder, dinero y corrupción (ahora también santidad) pero, ¡ojo!, en los demás.
Todo esto viene a propósito de la beatificación, hace cuatro días, del chaval Carlo Acutis. Por lo visto, y para merecer el escrito al que aludo, a alguien debió escocer que un chico joven, de hoy, deportista, buen estudiante, capaz de montar una página web para ayudar a otros chicos y de llevar un vida limpia por dentro y por fuera, lograra vivir un cáncer terminal con resolución y buen ánimo, eso sí, rezando y transmitiendo alegría en medio de su gran tribulación. De modo que, ¡acusación al canto!: «Lo han beatificado por pertenecer a la casta». ¡Toma objetividad y veracidad informativas!
Me he tomado la molestia de pegar un repaso a los santos riojanos, aunque no sea más que por aquello del 'paisanaje'. Los primeros, como no podía ser de otro modo, los patronos de la diócesis y también de Calahorra: Emeterio y Celedonio. No los mataron por ser cónsules, ni tribunos, ni legados, ni centuriones, ni siquiera por ser decuriones; los mataron por ser soldados rasos romanos que adoraban, eso sí, a Dios; no al emperador. ¡Punto!
San Millán de la Cogolla fue un pastor de cuatro miserables ovejas, luego ermitaño y santo. Su origen humilde no fue obstáculo para llegar a ser el santo fundador de Suso. Otro que también fue pastor de ovejas –las de pastar hierba– y que a base de trabajo, entrega y piedad terminó rigiendo como abad el importante monasterio de Silos, fue Santo Domingo de Silos, nacido en Cañas. Dense una vuelta por la parroquia que lleva su nombre en Logroño y verán la calidad de este riojano del siglo XI.
¿Y qué decir de Santo Domingo de la Calzada? Este fue un laico (ni monje, ni sacerdote) que se entregó en cuerpo y alma al Camino de Santiago. Taló bosques con sus manos, construyó una calzada de piedra (también con sus manos), un puente, un hospital y un albergue de peregrinos. ¡Con los callos de sus manos se hizo santo! ¡Menuda casta la suya! San Jerónimo Hermosilla llegó a ser obispo, pero no de Madrid o Milán, sino ¡de Vietnam! El más pequeño de nueve hermanos que lo pasaron muy mal, sobre todo después de la muerte del padre cuando nuestro santo tenía diez años. Las pasaron canutas, pero ¡oye!, como Jerónimo es un santo, pertenece a la casta.
Los alfareños procesionan a San Ezequiel Moreno. También llegó a obispo de Pasto, Colombia, allí donde «el diablo perdió el poncho» como dicen en el lugar. Hijo de Félix (sastre) y de María José (sus labores, que se ha dicho siempre), estudió en un sitio muy familiar para muchos riojanos, Monteagudo, Navarra, donde estudiaron algunos amigos míos, todos de familia tan humilde como la mía. Después de muchas peripecias, San Jerónimo llegó a Colombia, de donde ya no saldría sino para operarse de un cáncer en la boca sumamente doloroso que no logró superar. Murió a los 58 años. De él dijo San Juan Pablo II: «fue un pastor que respondió con nuevo ardor, nuevos métodos y nueva expresión a los grandes desafíos con que se enfrenta la iglesia latinoamericana». La maledicencia de algunos y/o su resentimiento fomentan un odio hacia 'lo católico' que cae en el ridículo más absoluto cuando llama 'casta' a los santos beatificados.
Hoy honramos a todos los santos: los que figuran en el santoral y los anónimos, esos que vivieron con coherencia su amor a Dios en el día a día, que son nuestra familia, nuestro linaje y nuestro orgullo. Pues sepan que efectivamente pertenecen a una casta muy especial, única e irrepetible: la casta de los amigos de Dios. ¡Ahí es nada!
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