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Los cambios sociales suelen ocurrir lentamente, por ello muchas veces no se perciben como tales ya que va dando tiempo a acostumbrarse. En la vida ... rural, en el campo, el mayor cambio de la historia se dio en la década de los años sesenta del siglo pasado, cuando la llegada del tractor acabó con una manera de trabajar la tierra, invariable desde la época romana y su arado, y se llevó por delante animales de tiro, cuadras, útiles de labranza...; y también se llevó costumbres y usos asociados a aquel mundo que desaparecía sin remedio.
Fue casual que aquella década de cambios coincidiera con mi estancia en el internado y en la universidad, por lo que solo los apreciaba en vacaciones, que entonces duraban los tres largos meses del verano. Así percibí claramente la desaparición de caballerías, trillos y, en general, el cambio en la forma de vida del pueblo, que se llevó a las fábricas vascongadas a la mayoría de los jóvenes varones, innecesarios para las tareas que ahora realizaba la maquinaria agrícola. No pude percibir el cambio paulatino que afectaba a las costumbres y celebraciones que no 'caían' en época vacacional. Así que, para mí, muchas manifestaciones de aquella cultura rural milenaria desaparecieron de repente. Una de ellas fue la 'santágueda'.
Celebrar la memoria de Águeda, la santa torturada en las persecuciones del emperador Decio cortándole los pechos, y a quien se representa en la imaginería con una bandeja en la que reposan sus senos cortados, era común en casi todos los lugares. La de mi recuerdo era una fiesta de cuadrillas que duraba dos días: 'santágueda' y 'santaguedita'. Los preparativos comenzaban echando 'la 'polla': Se repartían cartas de una baraja y las meriendas se celebraban en casa de aquel a quien le tocaba el as de oros. Yo participé, por única vez, a mis nueve años, ya que a los diez fui al internado.
Todas las cuadrillas de amigos, de cualquier edad, celebraban las dos cenas, los días 5 y 6 de febrero. Las mujeres, sobre todo las solteras, también lo hacían, pero no con los hombres. Luego se juntaban en el baile de la sala del ayuntamiento, en el que Trompeta, Nicasio –que sabía solfa y tocaba varios instrumentos– y el Sordo, que lo era y golpeaba con los palotes el tamboril, desgranaban, mal que bien, los bailables de costumbre. Cada cuadrilla preparaba un carro y sus mulillas enjaezadas con guirnaldas de vivos colores y, en la mañana de la santa, recorrían el pueblo, agarrados a las zarras y cantando jotas, antes de pedir por las casas la colación santera de huevos, monedas o chorizo, especialmente los quintos que iban a ser sorteados para el servicio militar.
Es bueno recordar a las nuevas generaciones de dónde venimos, para que sepan a dónde vamos. Así 'la santágueda'.
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