Tiene razón el Ayuntamiento de Logroño. Tanto si decide mantener las fiestas mateas, como si acuerda suspenderlas a la vista de (esperemos no llegar a ello) una situación pandémica de riesgo.

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Con los actuales porcentajes de población vacunada contra el COVID, en especial los más ... vulnerables, claro que podemos honrar al vendimiador del Cielo. Como también veneran a sus santos patronos en muchas localidades de España, donde los vecinos, tras anudarse los pañuelos a los cuellos, festejan con mesura, limitando los encuentros a los contactos más habituales, ya sean familiares o amigos.

Además, y es un esfuerzo que merece ser agradecido, la oferta alternativa para el segundo San Mateo condicionado por el COVID tiene su encanto y, con seguridad, cada cual encontrará dónde saciar el gusanillo fiestero.

Dicho todo esto. Me permito reclamarle a mi Ayuntamiento seguir a rajatabla y sin vacilaciones un dicho redondo: más vale ponerse una vez 'colorao' que ciento amarillo. Es decir, que nuestros ediles, el primero de ellos a la cabeza, no se arredren y afronten con decisión la complejidad de las circunstancias.

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Mano dura contra el botellón, alcalde. Sus policías y los del Cuerpo Nacional. Sobre todo, excelentísimo, para que no se arrepienta de habernos convocado a nuestras ferias y fiestas mayores, los parámetros sanitarios no se desmadren y se le recuerde como un alcalde que le echó dos huevos más grandes que los del caballo de Espartero.

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