El Congreso de los Diputados se pronuncia hoy sobre la petición del Gobierno de prorrogar por cuarta vez consecutiva el estado de alarma decretado el 15 de marzo. La primera ampliación contó con una amplísima mayoría parlamentaria. La que de aprobarse hoy nos llevaría hasta ... el 24 de mayo se ha encontrado con una contestación partidaria y autonómica creciente, que responde más a la actitud de suficiencia con la que Pedro Sánchez ha afrontado la crisis pandémica que al cuestionamiento de la idoneidad jurídica de esa medida excepcional. A ello se suman las dificultades que encuentra el PP para desempeñar un papel constructivo frente al Gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos.

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Es inadmisible que, en medio de la crisis, el presidente haya dejado pasar dieciocho días sin ponerse en contacto con los líderes de la oposición, tal y como reveló ayer Inés Arrimadas, y que haya tenido que ser anoche cuando el Gobierno se asegurara los diez votos favorables de Ciudadanos. También que el ministro de Transportes, José Luis Ábalos, declarase el martes que sin estado de alarma vendría el caos. O que el portavoz de Unidas Podemos, Pablo Echenique, advirtiera de las muertes que acaecerían si hoy el Congreso no da su plácet a la prórroga. La renuencia del Partido Popular a apoyar al Gobierno en esta nueva prórroga, tras sus anteriores votos favorables, pone en entredicho la solvencia de su estrategia política. Pero lo que resulta más irresponsable es que, desde un Ejecutivo en minoría, Sánchez haya decidido sustituir el diálogo por el emplazamiento, la persuasión por la disuasión. Y no sólo respecto a los grupos de la oposición; también en relación a los partidos que apoyaron o favorecieron su investidura, como ERC, que, centrado más en sus luchas con JxCat, ya ha anunciado que votará en contra de la prórroga.

Resulta inexplicable que, ante los numerosos avisos que el presidente ha recibido para que variara de actitud en la conducción del estado de alarma, haya optado por apurar los plazos hasta la tramitación de la siguiente prórroga. Confiado en que el PP no echará abajo esa medida, el Gobierno persiste en alimentar un pulso con los populares, y con las autonomías que no están presididas por los socialistas, que desconcierta y desanima a los ciudadanos. Parece injustificable que la 'autoridad única' añada así dificultades a la complejidad y a los riesgos de la desescalada.

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