El Gobierno celebró ayer un Consejo de Ministros extraordinario para adoptar dos medidas de indudable interés ciudadano. Por un lado, la rebaja del IVA en la factura eléctrica del 21% al 10% durante seis meses para atenuar el coste de la luz sobre los hogares, ... autónomos y empresas que tengan contratada una potencia inferior a 10 kW. Por otra, la flexibilización en el uso de mascarillas, que dejarán de ser obligatorias al aire libre si puede mantenerse una distancia de un metro y medio entre no convivientes. Dos buenas noticias que el Ejecutivo no debería instrumentar como si fuesen una suerte de medidas de gracia para el conjunto de la población puesto que presentan también aspectos sobre los que reflexionar críticamente.
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Las familias y los negocios están soportando una carestía insólita de la luz que aliviarán la reducción temporal del IVA y la suspensión hasta septiembre del Impuesto sobre la Producción Eléctrica, sin que nadie se haga cargo hoy de lo que pase después del 31 de diciembre. El Gobierno recurre a dos argumentos contradictorios para explicar ese descenso: que no puede ir más allá debido a los requerimientos de la Comisión Europea y que las cuentas públicas precisan también de la recaudación de ese IVA. El anuncio resulta demasiado volátil como para tranquilizar a los consumidores. Pero la medida más sorprendente, por inesperada, de cuantas adoptó ayer el Ejecutivo fue el regreso de público a los estadios de fútbol profesional y a los pabellones de baloncesto un año y medio después de que la irrupción del virus obligara a celebrar las principales competiciones a puerta cerrada. El aforo permitido queda en manos de las comunidades autónomas, aunque La Moncloa abre la puerta a que no haya restricciones en él si los espectadores son obligados a llevar mascarilla. Tan esperada relajación constituye un inequívoco signo de avance hacia la normalidad, que ha de ser compatible con extremar la prudencia en esos eventos para evitar contagios, sobre todo si a corto plazo la variante Delta prevalece sobre anteriores mutaciones.
En un Gobierno tan volcado en el márketing como el de Pedro Sánchez, no puede resultar casual que este aluvión de guiños hacia la ciudadanía coincida en el tiempo con la aprobación de los indultos a los presos del 'procés', una medida que conlleva un serio riesgo de desgaste. Cabe sospechar legítimamente que ambos factores estén relacionados.
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