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El COVID-19, que no ceja en su maldad, incluso nos está dejando sin la buena costumbre social de saludar. Teníamos varias formas dependiendo de cada cultura y casi todas se están abandonando por imperativo de la salud ajena y propia. La realidad es que ... este peligro nos separa y aleja de los demás, aunque no tanto de los perversos. Últimamente lo habitual en los reencuentros y despedidas era darse un abrazo de intensidad variable, en función de las relaciones, o un beso tratándose de mujeres. En España se había impuesto la buena costumbre de saludar con dos ósculos, uno a cada lado de la cara. A veces esta fórmula era elogiada, a veces en tono pelín pícaro y con envidia, en el extranjero –bueno, no en todo en los cinco continentes: en el mundo árabe podría convertirse en motivo de conflicto–, donde empezaban a copiarlo. En cambio, besar la mano de las damas se había quedado desfasado. Hasta los buenos modos cambian.
Ahora, en medio de la pandemia, hasta darse la mano – la expresión más frecuente de amistad y respeto— se ha quedado inviable. Por los dedos parece que también se transmiten los contagios. Ni siquiera en la Iglesia se mantiene esta manera de darse la paz, es arriesgado. Igual que meter los dedos en el agua bendita o besar el anillo del obispo e incluso el del Papa. No hay alternativas. Sólo los militares tienen sus saludos reglamentados: llevarse la mano a la frente y golpear los tacones no supone riesgo de contagio para nadie. En tiempos de la covid-19, más conocido como 'el puto virus', saludar mata.
El problema que se plantea entonces es complicado, especialmente para los políticos, sin posibilidad de que en los mítines puedan expresar su demagogia estrechando centenares de manos.
La pregunta es clave y se resiste a una respuesta. Sigue vigente la reverencia a los superiores, por supuesto a una prudente distancia, pero sólo es recomendable si el que saluda no sufre problemas cervicales, artritis o luxación de columna.
De momento la única alternativa que se está ensayando es saludarse con los codos. La idea es imaginativa, pero a primera vista resulta poco elegante y nada estética, además de ofrecer limitaciones. No es recomendable si los que se saludan van en mangas de camisa.
Cuando tan perversa enfermedad empiece a darse por vencida y no cuando sean Pedro Sánchez o Salvador Illa quienes, vencidos por la euforia, lo decreten, habrá que empezar a tomarse más en serio las secuelas que deje el coronavirus. Pero para eso aún habrá que esperar. Va para largo. Mientras, sigamos apañándonos incluso a codazo limpio.
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