La pandemia no solo está poniendo a prueba nuestras actitudes individuales y colectivas, también está sirviendo, dentro de la calamidad que representa, para destapar dilemas sociales y remover tabúes. El desafío vírico ha demostrado sus devastadoras consecuencias sobre la salud mental de la ciudadanía, especialmente ... entre la más vulnerable: el informe internacional de AXA divulgado ayer constata que el 40% de la población española sufre depresión, que el 58% se siente estresada y que la mayoría cree que se avecina otra pandemia, esta de erosión psicológica. La sucesión de datos que alertan de los nocivos efectos de la covid ha dejado al descubierto, en paralelo, la insuficiencia de los recursos existentes para combatir las patologías mentales; unos 'males del alma' sobre los que ha venido pesando un estigma que solo la excepcionalidad de una desgracia global como esta pandemia está contribuyendo a levantar. El anuncio en octubre por el presidente Sánchez de un plan de 100 millones para encarar este reto ha de conllevar un seguimiento tasado de sus objetivos –entre los esenciales, acotar el riesgo de suicidios– y de las carencias que exigen más medios en los distintos sistemas sanitarios y empatía social.

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