La apertura de las fronteras de la UE a ciudadanos extracomunitarios que hayan completado la vacunación con marcas autorizadas por la Agencia Europea del Medicamento constituye un notable salto hacia la normalidad. La medida dará alas al turismo, uno de los sectores más zarandeados por la pandemia y un motor económico de primera magnitud, al coincidir con la puesta en marcha del 'pasaporte COVID' dentro de la Unión. Sería razonable que funcionara con criterios de reciprocidad. Recientes dictámenes científicos que demuestran que la inmunización ayuda a romper la cadena de transmisión del virus avalan una propuesta cuyo desarrollo requiere la máxima coordinación, así como mecanismos de emergencia ante eventuales mutaciones que no cubran los actuales sueros. El levantamiento de esta restricción a la movilidad se presta a quejas por presuntas discriminaciones. Esos lamentos pierden sentido cuando más progresa una por fin acelerada vacunación, que en unas semanas se habrá extendido a la mayoría de los residentes en la UE, y avanza, aunque de forma desigual por el planeta, y cuando persisten limitaciones en forma de test o cuarentenas para acceder a numerosos países.
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