Hace nueve años, el Gobierno central abrió un buzón de sugerencias para recabar propuestas que mejorasen el modelo de enseñanza. En síntesis, y a la vista de las principales aportaciones (un sistema educativo ajeno a los vaivenes políticos, aulas con menos alumnos y más recursos, ... racionalización de los libros de texto...), poco caso hizo el legislador a la sociedad. Entre los planteamientos, oh sorpresa, se hablaba del cheque escolar. Así que VOX no ha inventado la rueda. Un grupo de ilusos padres, docentes y expertos ya lo esbozaron hace casi una década.

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Ahora estamos en el año en el que el Ejecutivo se ha sacado de la chequera otro talón: el de las pensiones. Solo lo ha agitado un poquito, pero lo suficiente para despertar recelos. Entre ellos los de quienes han superado de largo el ecuador de su vida laboral y, de vez en cuando, consultan en la web de la Seguridad Social cómo va su carrera de cotización.

El cheque tiene un precio, doce mil euros, por cada año que los futuros jubilados retrasen el retiro. Y forma parte de un paquete más complejo (incluye penalizar las prejubilaciones) que José Luis Escrivá, cocinero antes que fraile, ya sugería cuando era presidente de la autoridad fiscal independiente (AiREF) para acabar con el déficit de la Seguridad Social y convencer a la UE de que el sistema público de pensiones es viable. Parte del Consejo de Ministros y los sindicatos se resisten. A ver si el ministro aguanta el envite o vuelve a meter el boleto bien dobladito en la cartera.

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