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Total que, a lo tonto a lo tonto, este año 2021, áspero, tierno, liberal, esquivo, alentado, mortal, difunto, vivo, leal, traidor, cobarde y animoso hace un par de días que como rata por tirante salió zumbando por la gatera. Y miren que en este añito ... nos han tirado cohetes, ¿eh? Pero no ha habido nada que hacer, porque como dicen que decía Bismarck (que no sé yo...) somos la nación más fuerte del mundo, siempre tratando de autodestruirnos, pero sin éxito alguno.
Es que no me negarán que si en este año decidimos poner un acuario seguro que se nos ahogan los delfines. Desde la pandemia al volcanazo de la Isla Bonita, pasando por Filomena, y por esa inflación del casi 7% que nos acabará trayendo por la calle de la amargura, 2021 nos ha sacudido estopa de lo lindo. Y es que, entre lo que nos hacemos y lo que nos hacen, no creo yo que tengamos mucho arreglo. Y si no fíjense en la pandemia. Que si la primera ola, que si la segunda, que si la tercera, la cuarta, la quinta y la sexta. Que si estamos mal, pero que pronto estaremos bien. Que si el misterioso comité de expertos misteriosos ha dicho que no hace falta ponerse la mascarilla. Que ha dicho el presidente que el ponerse la mascarilla pasa a ser obligatorio... que...
Y tanto jaleo para que cuando parece que la cosa va un poco mejor (menos mal, quiero decir) venga el puente de la Constitución y, con eso de que la nuestra en su artículo 17 dice que «toda persona tiene derecho a la libertad y a la seguridad», pues los españolitos nos tiremos a la carretera como si no hubiera un mañana y dejemos el campo libre al bichito siniestro para que a su gusto planifique su ataque para las fiestas de Navidad, Año Nuevo y Reyes. ¡No me digan que no somos de traca! Y es que ¿saben qué es lo que pasa?, pues lo que pasa es que la gente, de tanto toma y daca, de intranquilidad y malas formas, empieza ya a estar más harta que los patos de Manolo. Y eso que, afortunadamente, la cuestión del empleo es de las pocas cosas que parecen que va tirando más bien que mal y que hasta dicen que estamos en unas cifras superiores a las que se tenían en 2008.
Todo esto nos pasa a la vez que se nos obliga a cambiar la forma de vivir, salir de viaje cuando nos dicen que podemos hacerlo y celebrar el cumpleaños de mi tío Jacinto cuando al comité de expertos le parezca más oportuno. Así están las cosas y así es como vamos a arrancar este 2022. Yo no sé ustedes, pero yo ya he escrito mi carta a los Reyes pidiendo que llene nuestros zapatos de paz y de prosperidad y que, como alguien dijo, den a nuestros dirigentes serenidad para aceptar todo aquello que no se pueda cambiar, valor para cambiar lo que se pueda y sabiduría para distinguir una cosa de la otra. Así que feliz Año Nuevo, hasta el domingo que viene, si Dios quiere.
Y ya saben, no tengan miedo.
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