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Saber irse a tiempo es una virtud escasa. Hace unas semanas, en el mundo de la canción, Joan Manuel Serrat daba ejemplo de ello abriendo una nueva etapa más allá de persistir en un entorno en el que, quizás, ya no ofrecía lo mejor de ... él ni para él. El Tricicle también lo ha hecho recientemente al decidir que es mejor ser recordados en plenitud que persistir en una épica resistencia en la que se recojan frutos de menor calidad que la esperada.
En otro ámbito, da ejemplo de esto la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, con la decisión de apartarse de la política. No la ha conducido a ello un ignominioso golpe de Estado ni una crisis institucional, como tantas otras en curso. Tampoco la falta de salud, de instinto político o ineficacia de gestión. Al contrario, Ardern, quien con menos de 40 años ha sido la líder moderna más joven del planeta, ha ofrecido desde el principio muestras de eficacia y fino instinto político al afrontar impecablemente situaciones excepcionales de naturaleza diversa: la fatal erupción del volcán Whakaari, la pandemia del COVID o los atentados a las mezquitas de Christchurch, con resultados excelentes. Ha ejercido un estilo dirigente muy oportuno para la complejidad del siglo XXI con los trascendentes retos que depara, en el que la inteligencia pero también la empatía y la humanidad han estado presentes sin merma de la eficiencia. Vuelve a dar ejemplo con esta decisión personal de dimitir del cargo porque, según declara, le falta la energía necesaria para continuar afrontando las responsabilidades de gobierno más allá de la erótica personal del poder, abriendo el relevo a otros con fuerzas renovadas y, esperemos, similar capacidad.
Irse oportunamente de cualquier entorno cuando aún no es tarde es tener sentido de la vida, versus el triste y quizás dañino ejemplo ofrecido por otros que persisten y se aferran a un poder que solo es bueno para ellos y su vanidad; los ejemplos abundan desde antaño, actualmente sobran las maniobras de algunos como: Xi Jinping, Trump, Putin, etc., que no dudan en anteponer sus aspiraciones egoístas frente a las de los ciudadanos a los que representaban.
Espero que Ardern consiga el objetivo personal que busca. Aunque persista su legado, el mundo pierde una líder eficaz que tanta falta hace en estos convulsos momentos en los que parece prevalecer el desorden y la mentira personalista.
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