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El ecosistema del fútbol anda trasteando ridículos sin temor al ídem. Hace unos años, Ángel María Villar, el que parecía eterno presidente de la RFEF, recelaba de algunos artículos de este periódico (ni recuerdo ahora a cuento de qué). Y tanto le desasosegaba este diario ... de provincias que, a falta WhatsApp, mandaba mensajes por terceros. En realidad, más como los de un adolescente celoso que como el de Don Corleone a Jack Woltz en El Padrino. Los presidentes nunca han sido muy de dar la cara. Y esa pusilanimidad va con el cargo. Ahora Luis Rubiales anda detrás de la fórmula magistral para cerrar sus ligas no profesionales sin dejar heridos en el trance. Lo de jugar queda descartado por incomparecencia de quien se atreva a organizar una kermés balompédica para 500 personas. No le queda otra que sancionar ascensos (ahí andaría la UDL) y descensos. Si visitase a Bill Cosby en la cárcel de Phoenix, éste le diría: «Luis, no eres una cerveza, no puedes contentar a todo el mundo».
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