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A un simple globo lo he llamado universo. Lo avienta el soplo limpio de mi vecinito Yago, que le pinta dos bizcos ojos de pánico y que al inflarlo más y más los veo cómo se van separando, huyendo contrarios por la fina curva de ... goma. Y mientras sopla que te sopla me descubre que, quizá, este incomprensible viaje espacial nuestro dentro de un redondo planeta azul, no sería muy distinto al de cualquiera de esos dos pintados ocelos con rotulador. Me revela que la piel de goma del globo, esa membrana estirándose como un chicle, es la manera de andar de nuestro universo. Veo los dos ojos en el globo cómo se alejan uno del otro. Pero no porque se estén moviendo con respecto al globo, que están pegados, sino porque el globo está expandiéndose, estirándose a medida que lo infla Yago. Se alejan los ojos pintados porque el espacio entre ellos, la superficie de goma, se expande. ¡Claro, no se mueven, no crecen, es simplemente la piel del globo que se agranda y agranda! Y no importa en qué punto te pares, si dibujara más ojos o si pusiera pegatinas, si los llamara ahora galaxias, voy a ver que todos los puntos se alejan entre sí. ¡Claro!, el tamaño del universo crece a medida que pasa el tiempo debido a esa fuerza misteriosa del big bang del inicio, que en el globo son los pulmones de mi vecinito. ¡Claro, el aire que insufla Yago, no es parte del universo! Y cuánto más separado estén los dos ojos, (un poco más, Yago, sopla un poco más, que aún no explota) veo cómo más rápidamente se alejan al inflarlo. ¡Y no es porque estén viajando!

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larioja El universo en un globo