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He venido al circo Raluy: el clásico, el de siempre, el que no lleva edulcorantes ni gasta melindres. He venido a recordar bajo esa patria de una carpa con banderolas, el sobresalto de un timbre de madrugada.

Salen los trapecistas, los veo arriba cómo enjugan ... sus manos en el talco, que así les salgan dedos de aguilucho, así calmen el sudor de quizá morder la dura arena: no tienen red, no quieren red. Entre sonrisas, seguro te dirán que solo arriesgan la vida. En la mitad del vacío de sus balanceos, uno se suelta. Y vuela. Y no hay nada ni nadie todavía. Aún las manos del otro, boca abajo, no están. Vienen. Están llegando. La emoción del alivio vuelve a soltarle. Y otra vez vuela, pero el trapecio solo, como un salvavidas, no ha llegado aún. Todavía está viniendo. Se pierde y se encuentra...

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larioja Una noche en el circo