Borrar

No le bastaba con cerrar los ojos. Tenía que ir a ese claro del bosque donde se levanta la ermita. Tenía que sentarse en uno de sus fríos bancos de madera. Mirar de frente a su inquilina. Hablarle bajito. Tenía que decirle en persona lo ... de la sombra en el pecho. Y conmigo subió rauda y veloz a su cita. Yo sabía que, en la corriente de su sangre, navega la carreta de sus días de cielos azules y el tambaleo bellísimo del paso en andas de todo el fervor de un pueblo.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

larioja La Julia Roberts