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Fue en noviembre de 2010. Iba yo en el coche, camino de El Rasillo, cuando en el mismo borde de la carretera, al pasar por aquel vivero, vi una pequeña fogata de hojas, una cabellera cobriza, un pequeño árbol como una zarza en llamas.

Yo ... quería un poco de arrebol, de crepúsculo, un poco de otoño en mi jardín, y ese pequeño árbol que veía desde la ventanilla del coche, que dulcemente enfermaba, pensé que podría ser la guinda que no tenían mis ojos. Y conduciendo, me imaginé que cuando sus hojas cayeran sobre la yerba, darían un hermoso aguacero carmesí: la colcha de su alcorque desnudo para las tiritonas de su largo invierno serrano. Y ahí se me quedó en la memoria ese incendio, ese sufrimiento rubí de la luz.

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larioja Bouazizi o el árbol de Júpiter