Cada vez me llegan cosas más raras. Creía que lo peor que había recibido era la publicidad de un medicamento para solucionar mis problemas de erección, pero no: ahora me proponen una meditación guiada para abrazarme con aquella niña que creó mis emociones infantiles. Acabáramos. ... Aquella niña, más que un abrazo se merecía un pescozón. Por pava, básicamente. Es como aquella pregunta que le hacía Pedro Ruíz a sus invitados cuando se reconvirtió en intenso: «¿Qué queda de ese niño que hubo en ti?» Se lo preguntó a Mariano Rajoy en 'La noche abierta', y al gallego casi le da un telele. Normal. Más vale que, en lugar de por el niño, le hubiera preguntado por aquella niña que tanto le preocupaba en las elecciones de 2008: «Yo quiero que la niña que nace en España tenga una familia, y una vivienda, y unos padres con trabajo…». Ay, qué risas nos pegábamos.

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Supongo que Rajoy tampoco contestaría a esa cuestión que se puso de moda no hace tanto: qué le dirías a tu yo de 17 años. Pues nasti de plasti. Para qué, si ya está todo el pescado vendido. Como mucho que ese pelo no me favorecía, pero quién no ha tenido un desastre capilar en su vida. Por eso confío en que mi yo futuro no le eche nada en cara a mi yo presente: a ver si me deja tranquila y no me machaca diciéndome que tenía que haber hecho esto o lo otro, que me equivoqué aquí y allá. Mira, a toro pasado todos somos Manolete. Y me basto y me sobro para flagelarme a tiempo real.

La vida de cualquiera se cuenta mejor a través de los fracasos que de los éxitos y de lo no conseguido que de lo logrado. Excepto que seas Rosalía y lo tengas todo antes de cumplir los treinta, claro. En ese caso, lo único que le reprochará su yo del futuro es la pinta que llevaba.

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