El domingo, el lío del 'procés' se detuvo. Al menos, de momento. Pero como este país no se acaba nunca, mientras que unos desactivan el independentismo, otros ponen en marcha el suyo. U otras, que lo digo por las monjas de Burgos que están en ... procés de desligarse de la Iglesia. Eso sí, no han soltado una liana sin coger otra, y han ido a refugiarse bajo las faldas del obispo preconciliar Pablo de Rojas. Dicen que detrás del asunto hay un tema inmobiliario. «Cherchez l'argent», para variar.

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En El Correo ya le entrevistaron en 2008, y los dos periodistas que fueron a visitarle a su piso de casi 300 metros en el centro de Bilbao se quedaron traspuestos: hablaba en plural mayestático, no reconocía a ningún papa desde el Concilio Vaticano II y se declaraba monárquico de los Austrias, «que los borbones son franceses». De remate, a la redactora, Isabel Urrutia, una criada le tapó el pelo con una mantilla. No sé si se le caería, como se le cayó el pañuelo a Ana Pastor cuando entrevistó a Mahmud Ahmadineyad, pero tenía que dar más miedo el raruno que el iraní.

Por mi parte, yo estoy inmersa en mi propio 'procés' de independencia. El de desvincularme de la tiranía de la estética, que eso sí que es un estado opresor. Que lo que se han de comer los gusanos quieren disfrutarlo los cirujanos, y que llevo un mes recibiendo mensajes para que me planche la ojera, me rebane los muslos, me suba las tetas a las amígdalas y me opere hasta los órganos. Chica, qué martirio, ni el de Santa Águeda, que a ella solo le hicieron una reducción de pecho. En contra de su voluntad, claro. Pero, o me independizo, o me someto y me opero. Aunque también puedo optar por la tercera vía: meterme a monja preconciliar. Debajo del hábito no se ve nada.

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