«He visto esta mañana a una tía que iba cantando y bailando en el coche hecha una loca. Y eso que es lunes», dijo la entrenadora de Pilates. Acto seguido, sin transición alguna, nos ordenó que colocáramos dos muelles rojos y uno verde, que ... nos pusiéramos las asas en los pies y que abriéramos las piernas hasta que se nos descuajeringaran las ingles. Mi entrenadora busca, de manera incansable y refinada, el límite de la resistencia del cuerpo humano. Su amor por la profesión es similar al que Torquemada sentía por la suya.

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Mientras experimentaba cómo la cabeza del fémur se iba separando del hueco de la pelvis, pensaba en la conductora cantarina. Aunque copilota, servidora es de la misma raza, de la que es capaz de convertir el coche en una disco móvil. Como James Corden: tras ocho años ha finalizado 'Carpool Karaoke', el espacio en el que el presentador compartía conversación y canciones con celebridades varias viajando en coche. La Esteban también montó a famosos en el suyo en una sección de 'Sálvame' llamada 'Belén a bordo', y acabó cantando 'I Wanna Dance With Somebody' con los Javis. Whitney Houston aún se está revolviendo en su tumba.

Un coche es un principado independiente, diminuto y rodante del que tú eres rey, reina o alteza serenísima, según carácter, y que te proporciona tal sensación de intimidad que crees que nadie te oye. Por eso, y según los resultados arrojados por una encuesta reciente, tres de cada cuatro españoles masacran a su grupo favorito en cuanto se ponen al volante. Yo también lo hice el lunes tras salir de la tortura pilatera, que canté por Los Chunguitos «Ay qué dolor, ay qué dolor, ay qué dolor» al subirme al coche de mi santo. A ver quién era la guapa que llegaba andando a casa.

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