Desorden natural

A la última ·

Hay un orden natural, pero también hay un desorden natural

Miércoles, 1 de febrero 2023, 00:38

Hay un orden natural, pero también hay un desorden natural. El mío. El que provoca que mis gafas acaben dentro del cajón del secador del pelo, el que convierte mi armario en un puesto loco del mercadillo, el que desperdiga los libros y los papeles, ... el que amontona sobre la mesa mecheros sin gas, tazas sin café, vasos sin agua y bolis sin tinta.

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Es un desorden líquido, un abandonarse dócilmente al caos. Un fluir, que dicen los modernis. También es una característica más, como ser morena o tener celulitis. Así que no hay más remedio que rendirse a la evidencia: nunca seré pelirroja, nunca tendré muslos de alabastro, nunca guardaré las camisetas dobladas en vertical.

Lo intenté, claro. Fue un miércoles, el día en el que se inician los proyectos fallidos y los romances condenados al fracaso. Armada por una fuerza de voluntad comprada en el chino de la esquina y avergonzada por Marie Kondo, esa sociópata con flequillo de escuadra y cartabón que es capaz de convertir un piso de universitarios en la celda de una monja, empecé a ordenar por una punta, pero, cuando llegué a la otra, se había desordenado el principio. Y me cansé. Y me rendí.

Ahora, es Kondo la que se ha rendido. Después de pasarse años culpabilizando a los desordenados, de tratarnos como si fuéramos unos indignos, va la tía y dice que, desde que nació su tercer hijo, le resulta imposible mantener la casa en condiciones. Anda, la osa. Me gusta pensar en la Kondo, con el flequillo despeinado y descompuesta entre juguetes tirados por el suelo, kimonos manchados de vómito de bebé y biberones sucios. Bienvenida, Marie. Aún te queda, pero lo conseguirás. Acabarás experimentando la alegría inesperada de encontrar una camiseta que creías perdida.

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