Acción política de los mariscos
A la última ·
Mi padre no entendía que a alguien no le gustara el marisco, como tampoco entendía que yo llevara el pelo al dos o que los socialistas hubieran llegado al poderSecciones
Servicios
Destacamos
A la última ·
Mi padre no entendía que a alguien no le gustara el marisco, como tampoco entendía que yo llevara el pelo al dos o que los socialistas hubieran llegado al poderEn mi casa, cualquier excusa servía para comprar gambas, o cigalas, o nécoras. Sobre todo, recibir visitas: si venía una amiga a comer, había marisco. Y si a mi amiga no le gustaba, mi padre, devoto de los bichos con bigote, comenzaba con la jaculatoria ... de Nuestra Señora de la Gamba Roja: que si cómo no te va a gustar, que si está fresquísima, que si está riquísima. Al final, la pobre no tenía más remedio que tragarse una. Pero aún le faltaba el tiro de gracia: «¡Cómete la cabeza, mujer, que te has dejado lo mejor!», le decía, y clavaba sus ojos en ella hasta que cogía la cabeza y la chupaba con un asco infinito. Mi padre no entendía que a alguien no le gustara el marisco, como tampoco entendía que yo llevara el pelo al dos o que los socialistas hubieran llegado al poder. Le resultaba incomprensible que lo que él consideraba bueno o malo no lo fuera también para todo el mundo. Que se lo digan a mi santo que, ante la insistencia de su futuro suegro, se vio obligado a comerse unas mollejas de cordero. Aquella fue una muestra de amor verdadero.
Hija de mi padre, celebré mi primer trabajo cenando en una marisquería. Asocio descascarillar, chupar cabezas, morder patas, salpicarme de percebes y hacerle la autopsia a una centolla con la alegría y el placer, no con encuentros turbios ni negocios raros, tradición centenaria de la política española: en el artículo 'Acción política de los mariscos', ya escribía Camba que «los mariscos vienen a ser, en fin de cuentas, los verdaderos responsables del nepotismo español», algo así como el «¡Cuántas cigalas me tengo que comer yo por ahí para que tú comas lentejas!» que le decía el tío de un colega a su mujer. Soy yo la mujer y le aliño las lentejas con vitriolo.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.