Lentejas

Yo, en cambio, me paso la vida consultando a mis bases. «¿Comemos mañana lentejas?», les pregunto. Y las bases se me rebelan: uno prefiere garbanzos y el otro alubias. Sólo son dos, y ni aún así se ponen de acuerdo. Deben ser de la izquierda gastronómica, porque siempre andan tirándose los trastos a la cabeza. O las legumbres. Y secas, que hacen más daño que los perdigones.

La culpa es mía por plantear la cuestión a saco y a las claras, sin dobleces ni alambiques. Tendría que aprender de los profesionales de la política, que saben cómo preguntar las cosas para salirse con la suya: «¿Está de acuerdo con comer lentejas mañana si previamente no hay un acuerdo para abordar el conflicto entre legumbres a través de una mesa de negociación?». Por ejemplo. Y, mientras descifran qué significa la pregunta, yo ya he puesto las lentejas encima de la mesa.

Esa es una posibilidad; la otra es no preguntar nada e ir a menú cerrado, como hacen otros partidos. Al final, el resultado es el mismo, el que ellos quieren, pero por distintas vías: son lentejas; si quieres las comes y si no las dejas. Eso sí, el próximo día que las bases se me rebelen, me hago del Frente Judaico Popular. Y todo el mundo a comer lentejas, pero sin jamón ni chorizo.