Morir en familia y al aire libre podría ser un ideal de vida. Lo de Isak Andic es una de esas noticias de las que, cuando te enteras, vas contando y recibiendo una tarde de sábado. La tele puesta con una película. Pero de vez ... en cuando un vistazo al móvil. «Hostia, que se ha muerto el dueño de Mango. Que se ha caído por un barranco». Nos los contamos porque no esperamos la muerte de alguien a quien no conocemos. Ayer había esquelas de página entera. Hasta de cuerpo entero. Y a partir de ahí: «Ah, que Mango es por la fruta». Que podía haber sido Bubbles o Scooter. Cielos. Zara también es buen nombre. Sin embargo, a lo de Massimo Dutti deberían darle una vuelta. La vida ya es una gran sorpresa, decía Nabokov, la muerte es una mayor. Y nos sorprende más un tipo de muerte que nos puede ocurrir a cualquiera (si no es barranco en Montserrat, el pico de una mesa en la cabeza al tropezar en casa) que esa vida que se construyen solo unos pocos.
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