Con el tiempo se ha visto que Simone de Beauvoir ha dejado más poso (por no llamarlo doctrina) que Sartre. Y que Albert Camus está por encima de la parejita. Ante la gravedad de Sartre, Camus le decía: «La felicidad existe, importa, ¿por qué rechazarla? ... Aceptarla no aumenta la desgracia de los demás, ayuda a luchar por ellos». Lo leo descontextualizado de la biografía 'Un Sartre muy distinto' (Ediciones del Subsuelo), de François Noudelmann.
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Digamos que Sartre no era lo que hoy se llamaría un disfrutón. Pero que disfrutaba de la vida, ya me dirán. Mantenía a la vez relaciones con cuatro mujeres en sus tiempos más fogosos. Y la náusea le vino tras darle a la mescalina. En todo caso, Camus es superior por otras razones, no por eso de la felicidad, extravagancia sobre la que prefiero leer los 'Propos sur le bonheur' de Alain. A ver, que para Albert Camus, muerto en un accidente de coche, la decisión clave de la vida es la de suicidarse o no.
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